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jueves, 20 de mayo de 2010

El cinismo de Lula


Luis García Miró Elguera

La amistad entre el presidente Alan García y su homólogo de Brasil, Luis Ignazio Lula da Silva, es más que evidente. Se conocen desde mucho tiempo atrás. Ambos líderes sudamericanos han tenido orígenes socialistas, y los dos –en el caso de García durante su segunda gestión– han llevado a cabo un gobierno exitoso en lo económico. Con García y Lula, respectivamente, Perú y Brasil han reducido sus índices de pobreza; han disparado sus exportaciones; han respetado las reglas del mercado; han alentado a la empresa privada; han crecido económica y financieramente; han multiplicado sus reservas de divisas; han reducido su deuda externa, etc.

De paso, esa amistad presidencial le ha permitido a Brasil convertirse en uno de los países más beneficiados por el crecimiento que ha experimentado el Perú en estos últimos años. La mayor parte de las grandes obras públicas, como carreteras, irrigaciones, etc., han sido construidas por mega consorcios brasileros –Odebrecht a la cabeza, con ciertos reparos por la calidad de su trabajo, sobre todo en parte de la Interoceánica, como denunciara nuestro recordado Editor, Víctor Rado–. Asimismo Petrobras podría convertirse en factótum para el tema del gas natural en el país, de tener éxito su trabajo de exploración en el Lote 58. Es decir, los mayores contratistas del Estado peruano son de Brasil.

Y para conseguir que las empresas brasileras consoliden un poderío tan grande como el que ahora exhiben, Lula ha gobernado para el sector privado y ha arriesgado su peso político para asegurar un programa pro mercado como en ningún otro país latinoamericano. Y ello le ha permitido a Brasil crecer económicamente de manera exponencial. Es más, la pobreza se ha reducido 25 por ciento en la última década. y las finanzas están ordenadas como nunca antes en ese –tradicionalmente– inestable país. Hoy, junto a Rusia, India y China, nuestro vecino forma un grupo emergente de mucho peso en el planeta conocido como BRIC (acrónimo en base a las primeras letras de esos países), y su voto es requerido en todo acuerdo mundial que implique aspectos como el comercio internacional, la ecología, el Fondo Monetario Internacional, o inclusive la energía –y hasta el armamento– nuclear.

En síntesis, en la arena nacional Lula ha gobernado Brasil con la derecha. No obstante, al momento de exhibirse en la escena extranjera, Lula actúa como cualquier socialista del paleolítico soviético. El Lula internacional promueve, aplaude y apoya los abusos, delitos e intervencionismos del impresentable Chávez, de los locos Kirchner, del agonizante asesino Fidel Castro, etc. Es decir, Lula es un auténtico cínico que, como buen político de izquierda que es, sólo busca satisfacer su ego. Le importa un comino lo que le acontezca a países como el nuestro –que le ha dado de comer a los grandes conglomerados de su nación, en varios casos por su amistad con Alan García–, ante la arremetida de su amigote, el impresentable Chávez, que busca que la destructiva ultra triunfe el 2011 para que Perú regrese a la miseria y al caos.

Las cosas en su dimensión. Para países vecinos como Colombia y Perú, Lula es, repetimos, un cínico peligroso. Para el empresariado brasilero, Lula es sin embargo un héroe.

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