ESPECIAL. FRENO A LA DEFORESTACIÓN.
En la lucha contra el cambio climático el hombre no podrá prescindir de un aliado: los bosques tropicales.
BANGKOK. La estrategia de la comunidad internacional para detener la deforestación, hoy responsable del 20% de las emisiones de CO2, probablemente será uno de los componentes claves del nuevo pacto climático que se prevé cerrar en diciembre, en Copenhague. Por primera vez los países en desarrollo, ricos en recursos forestales y bosques, como el Perú, serían remunerados por los servicios climáticos que brindan a la humanidad entera. Así como encierra oportunidades sin precedentes para preservar la Amazonía, la forma como se negocia REDD (reducción de emisiones derivadas de la deforestación y degradación de los bosques) también podría entrañar amenazas mayores para sus pobladores, los ecosistemas y la biodiversidad.
En la delicada maquinaria que regula el clima, los árboles cumplen un papel esencial: retiran grandes volúmenes de CO2 de la atmósfera de manera que las temperaturas se mantengan en un nivel conveniente para la vida humana. Tal función, sin embargo, no les ha garantizado la supervivencia. La tala indiscriminada de bosques tropicales, con miras a desarrollar la extracción petrolera, la agricultura o simplemente usufructuar la madera, se ha incrementado hasta alcanzar en la actualidad los 13 millones de hectáreas anuales, una superficie superior al territorio de Ucayali. La deforestación ha llegado a tales magnitudes que es hoy la fuente de 1/5 de las emisiones de CO2.
EL ORIGEN DE REDD.
En el contexto de la lucha contra el cambio climático, cuando urge sacar de la atmósfera la mayor cantidad posible de gases de efecto invernadero para evitar que las temperaturas suban más de 2 °C en las próximas décadas, de pronto los bosques cobran un valor inusitado. Los países industrializados, responsables históricos del calentamiento global y los más grandes emisores de CO2 per cápita en la actualidad, están llamados y se dicen dispuestos a financiar la conservación de los bosques tropicales en los países del sur, que no cuentan con suficientes recursos para hacerlo. Esta es la lógica detrás de REDD.
Los orígenes del proyecto se remontan a la Cumbre del Clima de Montreal, en el 2005, en donde la Coalición de Países con Bosques Tropicales, encabezada por Papúa Nueva Guinea y Costa Rica, y en la que también se encontraba el Perú, presentó una moción para que la reducción de emisiones procedentes de la deforestación se incluyera en la convención de la ONU sobre el clima. Hace dos años, en la cumbre de Bali, se convino que el manejo forestal sostenible y la reducción de emisiones generadas por la tala y la degradación de los bosques se incluyeran en el proceso negociador de los acuerdos sobre el clima que deberían concluirse en diciembre en Copenhague.
La ampliación de los objetivos de REDD se produjo por presión de países como China e India, que sin sufrir de altos índices de deforestación como es el caso de Brasil, podrían acceder a subsidios por extender sus superficies forestales (a través de las plantaciones). Aunque todavía no se conocen los montos precisos que el Norte transferirá al Sur por concepto de bosques, se calcula que se trataría de entre 30 y 50 mil millones de dólares anuales.
COMPLICACIONES.
Sin embargo, a menos de dos meses de la cita en la capital danesa todavía no se sabe si REDD se firmará y cuál será su contenido final. Dos semanas de discusiones durante la cumbre preparatoria de Bangkok han arrojado más complicaciones que progresos en las negociaciones, y las principales ONG ambientalistas incluso advierten que el espíritu inicial del proyecto se viene pervirtiendo.
Laura Furones, de la Ecosystems Climate Alliance (ECA), identifica dos graves problemas: “No existe claridad sobre lo que se va a proteger ni sobre cómo hacerlo. El hecho de no definir lo que es un bosque podría conducir a valorar del mismo modo un bosque natural que una plantación, cuando bien sabemos que un bosque primario almacena mucho más carbono y alberga una riqueza en biodiversidad invalorable. En segundo lugar, al no delimitarse qué prácticas son permisibles y cuáles no lo son, se podría llegar al absurdo de que dinero de REDD acabe subsidiando la tala industrial”. ECA y Greenpeace están convencidos de que si no se introduce una salvaguarda en el texto para evitar la conversión de bosques naturales en plantaciones forestales, REDD podría resultar en una catástrofe ambiental.
Por otro lado, el valor monetario que repentinamente adquieren los árboles puede ser motivo de tensiones sociales y conflictos entre indígenas, colonos y autoridades en los países con bosques tropicales que carecen de legislación adecuada para garantizar los derechos de propiedad, individuales o colectivos, de los suelos y sus recursos.
En declaraciones al diario inglés “The Guardian”, Peter Younger, especialista en crímenes medioambientales de la Interpol y autor de un informe para el Banco Mundial sobre tala ilegal, dijo recientemente: “Las alarmas están sonando. Esto simplemente es demasiado vasto como para controlarlo. El potencial para la criminalidad es enorme y quienes lo están poniendo en marcha ni siquiera se han percatado de ello. El crimen organizado ya le ha puesto el ojo al naciente mercado forestal”.
Para Fiorella Pizzini, consultora peruana especializada en temas forestales, la principal amenaza de REDD en el Perú consistiría en que el mecanismo finalmente no se pusiera en marcha: “Las expectativas no cumplidas podrían acelerar el ritmo de la deforestación. La gente que está esperando incentivos para conservar el bosque puede perder la paciencia y optar por destruirlo para cultivar. No olvidemos que en nuestro país la principal causa de la deforestación es la agricultura migratoria”.
El director general de Cambio Climático del Ministerio del Ambiente y cabeza de la delegación peruana en Bangkok, Eduardo Durand, recordó a El Comercio que, sin esperar la firma de REDD, el Perú ha iniciado un ambicioso programa de conservación de bosques que busca reducir a cero la deforestación en nuestro país. “Esperamos que se creen políticas e incentivos mundiales para apoyar estos esfuerzos”, dijo sin entrar en detalles sobre las negociaciones relativas a REDD.
SEPA MÁS.
Los bosques tropicales ocupan solo el 7% de la superficie terrestre, pero concentran hasta el 90% de las especies animales y vegetales.
Las mayores extensiones se concentran en Brasil, Indonesia, Congo y el Perú.
La deforestación produce un aproximado de 1,6 mil millones de TM de CO2 cada año. Esta cantidad es superior a las emisiones expulsadas por el transporte en todo el mundo.
Las causas de la deforestación son varias: la agricultura de subsistencia, la agricultura a gran escala (café, soya, aceite de palma), la tala industrial, la exploración y extracción petrolera y minera.
POR: ERIK STRUYF ENVIADO ESPECIAL.
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